Por: Universidad del Cauca
Recientemente se hizo viral la historia de Drayke Hardman, un adolescente de 12 años de edad que había sido víctima de bullying en su colegio y finalmente agobiado por esta situación, decide quitarse la vida. Sus padres compartieron conmovedoras fotografías en redes sociales donde están al lado del cuerpo de su hijo, con un mensaje que inicia con una frase contundente: “Este es el resultado del bullying”.
El bullying es un anglicismo muy usado en los últimos años, también conocido como matoneo o acoso escolar. Se define como cualquier forma de maltrato físico, psicológico o verbal reiterado e intencional que sufre un niño por parte de otro. Empujones al hacer la fila en la cafetería, apodos humillantes, insultos y risas cada vez que salen al tablero, son tan solo algunos ejemplos de las formas de maltrato que pueden sufrir los niños y adolescentes, incluso los adultos en otros aspectos. Es un problema que se ve cada vez con más frecuencia, con cifras de uno por cada cinco niños, según algunos estudios en Colombia.
Aquellos que tienen mayor riesgo de ser víctimas de bullying son los niños con algún tipo de discapacidad física o cognitiva. Este hostigamiento no solo perjudica a la víctima sino al que lo ejecuta, así como a sus cómplices y los testigos, ya que se acostumbran a la violencia y la toleran como si fuera algo normal, perpetuando el problema.
El bullying tiene efectos negativos en la salud física del niño, su bienestar emocional y el rendimiento académico; genera terror y disociación en todas las áreas, por lo que la víctima puede manifestar miedo de asistir a clases y pierde confianza en sí mismo. Se pueden evidenciar síntomas como tristeza y ansiedad, e incluso llevarlo a conductas suicidas como método de escape ante esta situación.
Por eso es importante que las personas cercanas a los niños como padres y profesores, estén muy atentos a los signos de alarma que puedan indicar que está sufriendo de acoso. Por ejemplo, cambios en el comportamiento normal, respuestas impulsivas, tendencia al aislamiento, trastornos del sueño, pesadillas, falta de apetito, somatización con dolores recurrentes de causa no orgánica y síntomas propios de depresión o ansiedad, así como señales físicas sin una explicación coherente. Identificar a tiempo a un niño víctima de bullying y tomar conductas al respecto, puede impedir que esta intimidación continúe y frenar la posibilidad de complicaciones mayores.
Es importante también destacar que la prevención empieza en casa, generando una relación abierta entre padres e hijos que permita la comunicación libre de emociones, así como una crianza basada en el respeto y el amor que fortalezca la seguridad y confianza en sí mismos; lo cual actuará como un escudo protector contra este gran problema que cada vez está más de moda pero que incomoda y puede ocasionar resultados muy lamentables.