Por: Universidad Libre – Seccional Cali
Desde el inicio de la pandemia, el rápido ascenso de casos obligó a que diferentes laboratorios de manera simultanea empezaran a buscar una ‘solución’ para disminuir el impacto de los contagios en la salud pública, por lo que después de varios meses de investigación y sin deslegitimizar el adecuado proceso, se comenzaron a producir las primeras vacunas, algunas con vectores víricos y otras con ARN mensajero, consiguiendo valores de efectividad que oscilan entre el 60 – 95% para las diferentes casas farmacéuticas.
También, ya hace varios meses se inició el proceso de vacunación para los distintos grupos poblacionales, que no ha sido fácil teniendo en cuenta las variables sociales y/o administrativas asociadas, pero que en una visión general no ha generado mayor problema al esperado, según los efectos adversos que se valoraron en los respectivos ensayos clínicos. Sin embargo, aún se está a la espera de iniciar esta medida en la población pediátrica básicamente por dos razones: la primera es que la medida va dirigida a disminuir la mortalidad y las presentaciones severas de la enfermedad en población de riesgo (adultos mayores y/o con comorbilidades crónicas), y la segunda es que los ensayos clínicos iniciales fueron dirigidos a la población adulta, por lo cual se requerían estudios dirigidos a población de niños y adolescentes para asegurar su seguridad y eficacia.
Con un ensayo clínico aleatorizado controlado con placebo que incluyó a 2.260 adolescentes entre 12 y 15 años, Pfizer demostró que la vacuna no solo es efectiva sino segura en esta población y para el 10 de mayo del 2021, la FDA (Food and Drug Administration) autorizó la administración del biológico es este grupo etáreo. Aún nos queda por recorrer este camino y ver como se comportará en condiciones reales esta vacuna, teniendo en cuenta las características propias de los adolescentes, pero es un paso importante para avanzar mientras logramos superar esta pandemia.